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Amparo (Memorias de un loco)

Manuel FernГЎndez y GonzГЎlez

Manuel FernГЎndez y GonzГЎlez

Amparo (Memorias de un loco)

EPГЌLOGO

He pasado de los treinta aГ±os, funesta edad de tristes desengaГ±os, que dijo Espronceda.

Me he arrancado mi primera cana.

La experiencia se ha encargado de arrancarme una a una todas mis ilusiones, o por mejor decir de secar todas mis creencias.

Hoy sГіlo tengo dos:

Creo en un Dios incomprensible.

Creo que la vida es un sueГ±o

La primera verdad la ha dicho la Biblia.

La segunda la ha dicho CalderГіn.

Si alguien dijo la primera antes que la Biblia;

Si alguien dijo la segunda antes que CalderГіn, quede sentado que yo no conozco fuera de aquel admirable libro y de aquel admirable poeta, al o a los que haya o hayan dicho aquellas dos verdades.

Lo que yo sГ© decir, por experiencia propia, es que nadie cree las verdades hasta que se las hace conocer la experiencia.

La experiencia, en general, tiene una manera muy dura de dar a conocer las verdades.

Si se nos permite que supongamos que la vida es un camino sobre el cual marchamos con los ojos vendados, se nos permitirГЎ tambiГ©n suponer que la experiencia es un poste colocado en medio de nuestro camino, hacia el que marchamos a ciegas, y contra el cual nos rompemos las narices.

Pero en cambio, y por mucho que el golpe nos haya dolido, encontramos una verdad que no conocГ­amos;

El reverso de una medalla;

La antГ­tesis de una bella idea;

El interior de un sepulcro blanqueado;

Sarcasmo y podredumbre.

De lo que se deduce que: costГЎndonos el conocimiento de cada verdad una contusiГіn, y siendo infinitas las verdades que nos obligan a descubrir las ilusiones que debemos a nuestro amor propio, un hombre no puede llegar a tener experiencia, sin encontrarse completamente descoyuntado.

Un hombre lleno de experiencia es un ГЎrbol muerto, metafГіricamente hablando, contra el cual zumba desapiadadamente el huracГЎn de las pasiones, valiГ©ndonos de otra metГЎfora.

Y sin embargo de que, y continuamos en el estilo metafГіrico, ya no tiene ni frutos ni hojas que el huracГЎn pueda arrancarle, le arranca las extremidades de las ramas secas.

DespuГ©s viene el rayo y le hace trizas.

DespuГ©s la lluvia del invierno le pudre.

ВїDГіnde estaba el hermoso ГЎrbol?

Hasta sus raГ­ces se han podrido.

Ese ГЎrbol no ha existido.

Ha sido un hermoso sueГ±o de primavera.

Una horrible pesadilla de verano.

SГ­; Dios que ha hecho su criatura para que sea destruida, es incomprensible.

La vida que pasa sin dejar tras sГ­ vestigio alguno es un sueГ±o.

Quede sentado que la Biblia es un gran libro;

Que CalderГіn era un gran poeta;

Y que yo soy lo que quieran mis lectores que sea.

Esto escribГ­a yo una noche que no tenГ­a sueГ±o.

Eran las tres.

Estaba en calzoncillos blancos y tenГ­a frГ­o.

No tenГ­a un cuarto y estaba desesperado.

Un viejo reloj de pared me dejaba oГ­r un monГіtono tic-tac.

El ruido de un pГ©ndulo cuando se estГЎ en cierta disposiciГіn de ГЎnimo, es un ruido que crispa los nervios.

No sГ© a quien he oГ­do decir que el cГіlera morbo es una enfermedad nerviosa.

De modo, que cuando no se tiene sueГ±o, cuando no se tiene dinero, y se tiene frГ­o, y se oye el tic-tac de un pГ©ndulo, en medio del silencio de la noche, se estГЎ muy expuesto a ser un caso.

Por lo mismo, y cediendo a un laudable sentimiento de conservaciГіn propia, voy a meterme de nuevo en la cama y a buscar la vida en el sueГ±o.

Porque, si la vida es sueГ±o, el sueГ±o debe ser vida.

Y esto es tan exacto, como que, si la vida del hombre son las ilusiones, nada mГЎs comparable a la vida que el hermoso sueГ±o de un sediento que cree estar echado de bruces sobre una fuente cristalina;

O el de un pobre que cuente oro;

O el de un enamorado que besa y devora a una mujer hermosa;

O el de un diputado de la oposiciГіn que se mete debajo del brazo una cartera;

O el de un hambriento que come en la fonda del Cisne.

(Entre parГ©ntesis: la fonda del Cisne es de un amigo mГ­o, y puedo recomendarle cualquiera de mis lectores, para que en un cubierto de a duro le ponga un plato mГЎs