Los monfГes de las Alpujarras
Manuel FernГЎndez y GonzГЎlez
Manuel FernГЎndez y GonzГЎlez
Los monfГes de las Alpujarras
PRIMERA PARTE.
LOS AMORES DE YAYE
CAPITULO PRIMERO.
El edicto del seГ±or emperador
El dia 30 de mayo del aГ±o de 1546, una inmensa multitud de gentes de todos clases y condiciones, llenaba en Granada la estrecha plazuela comprendida entre la Capilla Real, sepulcro de los Reyes CatГіlicos, la Casa de la Ciudad y las desembocaduras de algunas callejas, que desde aquel punto conducen al Zacatin, ГЎ la plaza de Bib-al-Rambla, y ГЎ la parte alta de la ciudad.
Entre aquella multitud abundaban los pintorescos trages de los moriscos, ГЎ los que se mezclaban los justillos y las calzas castellanas, y los coletos de ГЎmbar y los castoreГ±os con plumas de los soldados de los tercios viejos del rey.
NotГЎbase cierta cuidadosa ansiedad en los rostros de los moriscos y una insolencia punzante en los de los castellanos que se mezclaban con ellos; segun todos los indicios y ГЎ juzgar por ciertas particularidades de que vamos ГЎ ocuparnos, debia prepararse algun acontecimiento importante.
Las particularidades que acabamos de indicar, eran las siguientes:
El gran balcon de la Casa de la Ciudad, estaba cubierto por una rica colgadura de terciopelo carmesГ con franja y rapacejos de oro, y en su centro se veГa bordado en realce el blason de las armas reales de EspaГ±a y Austria, sostenido por un ГЎguila de dos cabezas coronada y tendidas las alas; en el centro del balcon y tendido sobre la balaustrada, se veia un pendon rojo de dos puntas, blasonado con las armas de los Reyes CatГіlicos, pendon real que se habia tremolado en la torre de la Vela de la Alcazaba de la real fortaleza de la Alhambra, el dia de la entrega de Granada, que los Reyes CatГіlicos habian dejado como una inapreciable prenda ГЎ la ciudad, y cuya sola vista hacia palidecer los semblantes y arrasarse de lГЎgrimas los ojos de los moriscos, ГЎ consecuencia de los tristГsimos recuerdos que avivaba la vista de aquel pendon en su memoria.
Ultimamente, una compaГ±Гa de alabarderos, con su capitan Rodrigo de Monforte ГЎ la cabeza, formaba en cuatro filas delante de la puerta de la Casa de la Ciudad, y ГЎ travГ©s de los soldados se veian en el extenso patio, cuyas galerГas estaban entonces sostenidas por arcos y columnas ГЎrabes, los abigarrados colores de las dalmГЎticas de los reyes de armas de la Ciudad, los sombreretes de canal con pluma y los negros ferreruelos de los alguaciles, los escuderos del seГ±or corregidor y de los seГ±ores veinticuatros Гі regidores perpetuos, teniendo los caballos de sus seГ±ores del diestro, y por Гєltimo, los timbaleros y trompeteros de la Ciudad ГЎ caballo.
AllГЎ en un rincon podia verse tambien una persona de apariencia abyecta, vestida de negro, con la cabeza descubierta y aislada enteramente; una especie de mancha humana, con la que todos esquivaban ponerse en contacto; el Гєltimo escalon descendente de la gradacion social puesto en contacto con el verdugo.
Aquel hombre era el tio Gonzalvillo, pregonero jurado de la Ciudad.
Se trataba, pues, de un pregon.
Pero pregon que con tal solemnidad se preparaba, debia ser muy importante, y fuГ© aquГ la causa de la ansiedad de los moriscos, que todo lo temian de la mala fe que desde el momento despues de la entrega de la ciudad de Granada, habia usado con ellos la corona de Castilla, durante los reinados de los Reyes CatГіlicos, de la reina doГ±a Juana, su hija, y del emperador don Carlos, su nieto.
A cada momento llegaban caballeros, vestidos con arneses de cГіrte, ginetes en caballos encubertados de gala y rodeados de pajes y escuderos.
A las once del dia oyГіse por la calleja que conducia ГЎ la parte alta de la ciudad son de timbales, y poco despues desembocaron los mГєsicos de la Real ChancillerГa, y sus reyes de armas ГЎ caballo; luego el seГ±or presidente, en una mula, con sus hГЎbitos de arcipreste; despues, en otras tantas mulas, los seГ±ores oidores, los seГ±ores alcaldes de Casa y CГіrte, y por Гєltimo, una nube de negros ministros de justicia, gine