El manco de Lepanto
Manuel FernГЎndez y GonzГЎlez
Manuel FernГЎndez y GonzГЎlez
El manco de Lepanto / episodio de la vida del prГncipe de los ingenios, Miguel de Cervantes-Saavedra
I
En que se trata de un percance que le sobrevino a un barbero de Sevilla, por meterse a afeitar a oscuras
HabГa en la ilustrГsima ciudad de Sevilla, allГЎ por los tiempos en que llegaban a la Torre del Oro, que a la margen del claro y profundo Guadalquivir se levanta, los galeones cargados de oro que venГan de las Indias, y cuando reinaba en EspaГ±a el seГ±or rey don Felipe el Segundo, de clara y pavorosa memoria, en la calle de las Sierpes, y en una rinconada a la que jamГЎs llegaba el sol, como no fuese en verano y al mediodГa, un tinglado de madera, de dos altos, desvencijado y giboso, al que llamaban casa, y en el cual vivГa una valiente persona, cuyo apellido y nombre de pila ignoraba Г©l mismo, que si los tuvo olvidolos, y nadie le conocГa ni Г©l respondГa mГЎs que por el sobrenombre de VivГЎis-mil-aГ±os, cortesanГa que empleaba para saludar a todo el mundo. Era de mediana edad, entre los treinta y cinco y los cuarenta, de no mala apariencia, agradable y sonriente el rostro, morena la color, agudas las facciones, sutil la sonrisa, la mirada rebuscona, y no mezquino el cuerpo; vivГa de rasurar y rapar, entreteniendo durante el dГa sus ocios con el puntear de una vihuela morisca que le dejГі su padre, ya harto usada por sus abuelos, y cantando como un ruiseГ±or las alegres canciones de la tierra, y las que Г©l mismo componГa, para lo que se daba muy buena gracia; comadreaba a las comadres de la vecindad, y, fuera de esto, las vendГa untos y bebedizos, y las leГa el sino, y las traГa a todas engaГ±adas y pendientes de sus labios; y a tal llegaba la fama de brujo y de hechicero del seГ±or VivГЎis-mil-aГ±os, que mГЎs de una vez la InquisiciГіn se habГa metido en sus asuntos, y habГa quien se acordaba de haberle visto con coroza y sambenito, luciendo su persona en un auto de fe.
No se sabГa si era cristiano, o judГo, o moro; pero Г©l escapaba tan bien que mal de sus empeГ±os con la InquisiciГіn y con la justicia, y continuaba rasurando y trasquilando, rasgueando y cantando, haciendo de sus bebedizos y de su brujerГa industria, y estimado y querido de la vecindad y allende.
No se le conocГa a VivГЎis-mil-aГ±os moza ni parienta de algГєn gГ©nero, ni vicio que de reparar fuese; vivГa solo, en paz y en gracia de Dios, como Г©l decГa, no embargante lo de los hechizos y los untos, que Г©l negaba; y asГ iba pasando nuestro hombre sin crecer ni menguar, y siempre feliz y contento, y con una tal y tan peregrina salud, que Г©l afirmaba que en todos los dГas de su vida no le habГa dolido ni una uГ±a.
La justicia le habГa entrecogido alguna vez de noche rondando por sitios tenebrosos, con un estoque desnudo debajo de la capa, largo de cinco palmos (que Г©l habГa comprado en sus mocedades por veinte maravedГs en el Rastro); y por esto, y por algunos hurtos que le habГan achacado malos testimonios, le habГan batanado mГЎs de tres veces las espaldas, llevГЎndole en burro y con acompaГ±amiento, para edificaciГіn de las gentes, por lo mГЎs concurrido de la ciudad; cosas todas que, decГa VivГЎis-mil-aГ±os, caГan por encima y no habГa que echГЎrselas en cara, cuando no habГan tenido que ver sino con sus espaldas. BuscГЎbanle dueГ±as, solicitГЎbanle doncellas que habГan necesidad de casarse; servГanse de Г©l, como de secretario, mozas a las cuales les estorbaba para escribir lo negro de los ojos, y Г©l era, finalmente, el consuelo de las hermosas, la alegrГa de los galanes, el consejo de los pГcaros, y el sirve para todo. Almorzaba, comГa y cenaba por diez maravedГs casa de su vecina la tГa Zarandaja; descolgaba sus bacГas, y quitaba sus celosГas a puestas del sol, y al cerrar la noche se salГa sin que nadie le sintiese; iba adonde nadie sabГa, y volvГa a su casa sin que la vecindad pudiese enterarse de la hora de su vuelta.
Por los tiempos en que esta verГdica historia comienza, habГa en la calle de las