Назад к книге «Masturbación. Crónicas de la ciudad» [Vitaly Mushkin, Виталий Мушкин]

MasturbaciГіn. CrГіnicas de la ciudad

Vitaly Mushkin

Es difГ­cil para un hombre moderno darse cuenta de sus deseos y fantasГ­as erГіticas. TodavГ­a no hay lugares pГєblicos donde de forma gratuita oВ por una tarifa moderada uno podrГ­a retirarse con una pareja sexual y disfrutar de experiencias erГіticas brillantes y ricas.

MasturbaciГіn

CrГіnicas de la ciudad

Vitaly Mushkin

© Vitaly Mushkin, 2018

ISBNВ 978-5-4490-2279-0

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PoliclГ­nico

Conocí a Nadia en la cola de la policlínica. Inmediatamente me di cuenta de ella. Una mujer interesante, ella vino a la recepción con un suéter gris ajustado y jeans. En la cola, como siempre en nuestras policlínicas desde la época soviética, hubo confusión. Alguien iba al médico con un número, con un tiempo de recepción preestablecido, alguien sin número, en el orden de una “línea en vivo”. Tenía un boleto numerado y el primero, a pesar de la gente que hace mucho tiempo (probablemente) estaba sentada en el consultorio del médico, tuve que irme. Comenzó una pequeña disputa. A su vez, el primero fue ir a Nadia (aprendí el nombre, por supuesto, más adelante). Ya estaba preparado para adelantarme a una persona de la línea general, es decir. Nadia. Pero el “intervenir” intervino en el asunto, siguiéndome. Una enérgica mujer de mediana edad con una cara resuelta que no acepta objeciones, casi con fuerza me empujó a la puerta del doctor cuando una bombilla la golpeó. Diez minutos después salí, evitando mirar a la gente a los ojos.

Varios días pasaron. Y fui otra vez a la clínica. Esta vez sin un número. Preparándome para esperar mucho tiempo, llevé una revista conmigo. ¿Quién es el último? El último fue Nadia. Nos reconocimos, en sus ojos leí indignación, resentimiento por mi mala conducta pasada. Nadia estaba en el mismo suéter, en sus pies había un libro. Me senté al lado de una silla. La revista no era muy interesante, era francamente aburrido hacer cola. Nadia estaba leyendo una novela femenina y, a veces, eché un vistazo a su libro, sin embargo, con más frecuencia no sus piernas. La niña llevaba pantalones vaqueros, vestida con botas altas, calzadas a su vez con “cubiertas de zapatos” de polietileno. La línea se movió muy lentamente. Bueno, sin embargo, como de costumbre. Pero ahora, es hora de ir y Nadya. Ahora el paciente abandonará la habitación, detrás de la cual ella se encontraba y la luz encendida sobre las luces de la puerta del doctor. Pero luego sucedió algo inesperado. Sin embargo, ¿por qué lo inesperado? Junto con el paciente, un médico, nuestro terapeuta del distrito, salió de la oficina y miró la cola. “Vamos”, me señaló con su dedo. Y otra vez fui por Nadia.

DespuГ©s de dejar la policlГ­nica en la calle, respirГ© un cofre nuevo con aire fresco. TodavГ­a estaba lleno de nieve, pero los rayos del sol brillaban en el dГ­a es mucho mГЎs afectuoso, se sintiГі el enfoque inexorable de la primavera. Las flores se vendieron en el pabellГіn cercano. Se me ocurriГі una idea loca. Fui aВ la tienda y comprГ© un pequeГ±o ramo de flores. Y comenzГі aВ esperar aВ la chica de la cola. Para disculparse Entonces ella apareciГі.

– Chica, perdón, te he cortado dos veces en línea. Hay una pequeña compensación para ti. Le di un ramo de flores.

Ella tomГі las flores, sonriГі

– Ya sabes, ya estoy acostumbrado a la grosería en las colas, así que estaba muy molesto.

– Está bien, lo siento de nuevo. Iré. Aunque, nosotros, probablemente, en el camino. Estamos con usted desde un sitio.

SГ­, nuestras casas no estaban lejos una de la otra. Caminamos por patios, inhalamos el aroma de la primavera que se acercaba y no sabГ­amos de quГ© hablar.

– Aquí está mi entrada. Adiós, gracias por las flores.

– ¿Cuál es tu nombre?

– Nadia.

– Me Sasha.

“Adiós”.

ObservГ© su agradable figura.

– Nadia! – Corrí detrás de ella.

– Sí.

– ¿Ya has sido dado de alta?

– No, me extendieron la licencia por enfermedad. Otr

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